“En un momento la novela iba a ser una ucronía”
por Ángela Rossetti
La primera imagen que se le presentó a Fede, al inicio de la novela, fue la de un partido de fútbol tumultuoso y Martín, el personaje principal, tirado en el piso escupiendo sangre. “Después aparecieron otras escenas y otros personajes. Durante un tiempo Martín estuvo en una especie de ensoñación, en posición fetal y eso me parece que tiene que ver con lo que es una novela iniciática. Creo que la novela realmente se empezó a escribir con la llegada de Julia y de Echeverría, que si bien no son antagonistas, acompañan a Martín dándole patadas y caricias”.
—Un error maravilloso trascurre en 1999, elegiste un año con variadas connotaciones políticas, culturales y hasta universales… ¿Por qué?
—Era el año del final del menemismo, aunque en realidad el menemismo siguió hasta el 2001, pero 1999 se vivió como el final del menemismo. 1999 se presentaba como una posibilidad de cortar de cuajo una época, cosa que tampoco sucedió y además era el fin del milenio.
—¿Qué querías mostrar de esa época?
—En un momento la novela iba a ser una ucronía, un tiempo paralelo de los 90. La pregunta era: ¿Qué hubiese pasado si Menem no hubiese estado vivo en los 90? Mi idea era que los 90 hubiesen sido bastante parecidos sin Menem, lo cual a la vez le quitaba sentido a la ucronía.
—¿Cuánto de vos tiene Martín?
—Una de las cosas más lindas que tiene la literatura es que es posible enmascarar un poco lo real y maquillar lo ficticio como si fuese verdadero. Hay bastante de mí en Martín y bastante de mis amigos en los amigos de Martín, pero hubo una operación de enmascaramiento. Hay verdades que las tuve que maquillar porque si las ponía tal como fueron, tal como sucedieron, resultaba totalmente inverosímil. También hay historias reales, como la de la azafata que de nena fue abandonada en una cancha de fútbol. La novela es un juego permanente entre la realidad y la ficción. Creo que la literatura habilita a jugar y pervertir ese tipo de nociones.